Centro de Documentación da AELG
Entrevista a Xosé Neira Vilas 1/2
Autores/as relacionados/as:
Fonte: Revista Kafka

ENTREVISTA A XOSÉ NEIRA VILAS, novelista

Casualmente no llueve esta tarde en el valle del Ulla. En una de las curvas que traza la carretera que cruza la pequeña aldea de Gres está la casa. Previamente fue necesaria una sucesión de equivocaciones, de retrasos, de llamadas de móvil, de preguntas, de interpretación de la escasa señalización de las carreteras regionales de la zona. Fue necesario también atravesar un paisaje de oteros y corrientes, puentecillos y verdes. Pero finalmente, allí, frente a la carretera, está la casa. Un bello edificio restaurado, mitad cámara de maravillas, mitad chalet, mitad casa de aldea, bastante pazo y mucho biblioteca. Y en la casa se encuentra Neira Vilas.
Un rostro franco, una sonrisa abierta, el pelo blanco que se niega a retirarse, unas arrugas que son más el indicio de una zona de falla, de una articulación, de los músculos ejercitados en sonreír y preocuparse, que señales del paso de los años. Los trabajos del tiempo no hacen mucha mella en este rostro curtido sobre todo por su continua tendencia al asombro, a la interrogación, a la franqueza.
El apretón de manos, tenso como el que nada oculta, por una extraña asociación de rasgos corporales evidencia unas gafas como las que se le suponen a todo novelista consumado. Y es que las gafas, y la costumbre y elegancia con la que se repliegan sobre la nariz y los hábitos que los ojos despliegan bajo ellas, le delatan. No por una suerte de marca genética o designio de los dioses sino por la certera evidencia que proporciona el callo, que dan los hábitos, por la demostración que la costumbre deforma nuestros cuerpos. Sobre la parte central de ese rostro, sobre el arco nasal, se depositan muchas horas de visión y de lectura, tardes de trabajo, mañanas de lenta elaboración de las palabras, se adivinan madrugadas de correspondencia, mediodías de notas y de citas, veladas de conversaciones, horas robadas al sueño, letras robadas a las horas.
Y es que, al igual que los más de setenta años, que la vida vivida en América, la veintena de novelas y libros de cuentos, los poemarios, la media docena de ensayos, los libros de reportajes y entrevistas, las traducciones y los volúmenes de la "Historia da Emigración" pasan factura a su dueño. Porque detrás de los tiempos y los ritmos de la mano están los movimientos de la vista, el largo, lento, laborioso esfuerzo que conduce a impregnarse de la realidad y a formarse una mirada sobre ella. Es muy cansado desplegar una mirada sobre las cosas.
Y el callo, el gesto deformado proclama una evidencia del trabajo. Al igual que la tensión de una muñeca, el nervio de un brazo alargado, la posición que intuitivos toman los dedos cuando agarran algo con la secreta intuición de que pueda ser proclive a la escritura, ¿qué delatan sino la compañía, el estímulo reflejo, las horas de los ojos y los dedos entre papeles, bolígrafos, laberintos de venas en torno a la muñeca, viejas teclas metálicas de una máquina de escribir que preside una mesa, laberintos de horas?
Y es por eso que el apretón de manos nos lleva a su mirada, y su mirada a la biblioteca, y empieza la conversación, empiezan las palabras y se abren libros Y preguntas. Mientras, sus manos se dirigen de arriba a abajo, cruzan, escriben en el aire y sus ojos nos miran proyectando quién sabe qué escrituras sobre las sombras de la sala.


-Tras una vida de emigrante, tras tantos tiempos duros hoy goza de un cierto reconocimiento. Su obra, `Memorias dun neno labrego " (1961) es un clásico de la literatura gallega y una suerte best-seller, leído y comprado por cientos de niños, traducido a varias lenguas (entre ellas alguna tan exótica como el chino) y recomendado por profesores en escuelas. Además, su actividad en el sector de la literatura infantil en gallego es de un cierto calado ¿Cómo valora esta situación actual?

-En realidad, "Memorias dun neno labrego", aunque se ha estado utilizando masivamente en las escuelas desde hace muchos años no es propiamente un libro para niños. Tiene a un niño como protagonista pero no fue escrito para lectores infantiles. Pero las cosas cuadraron así y el libro se ha estado utilizando -ahora que ya hay muchas más opciones que años atrás- una y otra vez. Tampoco se trata de algo nocivo, y no está mal que los chavales sepan como vivían sus padres y abuelos aldeanos, y como era la vida en la inmediata posguerra, y qué costumbres, relaciones humanas, prejuicios, represiones, juegos, etc.. había en aquel tiempo. De cierta manera, aunque se trata de una obra de ficción y no de un texto de historia ni de antropología, en ella están referencias concretas de cómo era la sociedad rural en aquellos difíciles tiempos y no sobra que los jóvenes de hoy tomen conciencia de ella. Padecemos tal desmemorización que hasta el testimonio de un niño de hace cuarenta años puede llevar a los niños de ahora a algunas reflexiones.

-Hace unos meses veía la luz una biografía suya, a cargo de Ramón Regueira. Y ahora vuelve de ser investido Doctor Honoris Causa en Letras por la Universidad de la Habana. Estos hechos, pese a su naturaleza diferente evidencian un reconocimiento ¿Cómo lo valora? (!)

-Para mí un reconocimiento, es decir, un galardón, una medalla, un homenaje son bienvenidos en cualquier tiempo. No me marean y el efecto que tienen es que me estimulan a seguir trabajando y a hacerlo cada vez mejor, por respeto a los que confiaron y confían en mí. Un reconocimiento me da seguridad, me anima y me compromete no sólo con la institución que tuvo tal iniciativa sino, y sobre todo, con la sociedad gallega, con los lectores de mi país. Y más que como un final de algo, como fin de un trayecto, lo tomo siempre como un comienzo, como un mérito que aún no tengo y que debo adquirir para ser merecedor de lo que se me confiere. Así lo siento; no es retórica ni mucho menos.

Niños y locos, ma non troppo

-La presencia de una voz infantil que cuenta es una constante en muchos de sus libros ("Memorias dun neno labrego", "Cartas a Lelo", "Aqueles anos do Moncho") de tal forma que la violencia de las situaciones que usted recrea resulta aún más atroz desde la ingenuidad de una voz nueva. Sin embargo, esta voz infantil, como ya lo ha señalado en varias ocasiones, es sólo una ficción narrativa y encontramos a un niño en realidad nada niño que hace las observaciones más profundas. ¿Por qué adopta usted esa perspectiva tan particular?

-En los dos primeros títulos que mencionas sí es un niño el que narra. "Aqueles anos do Moncho" está narrado en tercera persona. La infancia es una etapa decisiva de nuestra vida, de lo que será toda nuestra andanza vital a partir de ahí. Un tema siempre recurrente, para todos, escribamos o no. Si a esto añadimos que en mi caso se trata de revelar la infancia campesina gallega en tiempos dificiles, una infancia intensamente vivida por uní, sentida por mí, pues es natural que me acerque a ella, poniéndoles voz a esos miles de niños y niñas que no tenían ni tienen voz; siendo un poco el mensajero de ellos y también su defensor, al contar su peripecia. Si ese niño, como de cierta forma pasa con Balbino, aparece muy reflexivo, muy maduro, un algo "adulto", se debe a razones sociales. Es doloroso que un niño no viva la infancia, que tenga que pasar por alto en buena medida ese peldaño de su existencia, pero en la Galicia rural, vivero de emigrantes, era muy frecuente que el padre se marchase a América y los rapaces, y sobre todo el hijo mayor, muchas veces un niño, se ocupasen con su madre de las tierras, del ganado, de todos los problemas de la subsistencia, que implicaban conflictos de vecinos a causa de alguna finca, dificultades de salud, explotación del cacique, contribuciones y tantas otras taras. A la fuerza tiene que asumir todo esto y más, tiene que afrontar problemas que desbordan su edad; tiene que actuar como un hombre adulto. (En 1972 hablé ampliamente de esto en una conferencia en Barcelona).

-Junto con esta voz infantil hay también otra voz que con frecuencia resuena en sus obras. Es fácil encontrar también una gran número de locos, o mejor dicho, de gente considerada como locos, que defiende puntos de vista un tanto heterodoxos por encima del consenso de la comunidad. Así tenemos al judío anarquista de las "Memorias ", el Vidal en "Cartas a Lelo", el emigrante de "Camiño bretemoso ", el viejo don Ramón de "Espantallo amigo", o los personajes marginales de "Xente no rodicio ". Hay un gusto por construir su obra desde la voz del marginal, de hacer un discurso en confrontación con el "sentido común ", con el consenso. ¿Por qué esa tendencia a escoger ópticas periféricas?

-Tengo que matizar. El Judío, de "Memorias..." es un librepensador, un hombre que piensa por su cuenta y arremete contra los convencionalismos y la hipocresía; es la conciencia de todos los vecinos, que le admiran pero que no se atreven a decir las cosas que él dice. En la novela ejerce el papel de contrafigura en un ambiente de miedos y rutinas y de falsa beatería. El Vidal de "Cartas de Lelo" es otra cosa: es un huido, un guerrillero que no puedo mencionar como tal para eludir la censura (años después, el guerrillero de "Aqueles anos do Moncho" aparece más definido, como aparece también el tema en mi novela "Querido Tomás", pero son otros tiempos): En cuanto al Tío Ramón de Reborneda es un viejito que vive sólo, aguanta como puede su soledad y va sobreviviendo. Loco es (o se hace el loco para poder decir cosas atrevidas sin que le repriman) el personaje así llamado de mi libro "Pan". En "Xente no rodicio" lo que quise fue romper con una literatura, con unos cuentos en los que el labrador era un ser feliz, siempre contento, sin problemas, que hablaba en castrapo y era motivo de risa cuando llegaba a la ciudad. Esas narraciones de antes y de después de la guerra, abundaban, mientras nuestro campesino, con su drama a la espalda, el drama de todos los días, aplastado socialmente por todos, por encima debía aguantar esas burlas "literarias". Escribí estos breves cuentos poniendo en su sitio ciertos problemas reales, cotidianos de nuestra gente del campo. A lo mejor cargué demasiado las tintas en algunas de las narraciones -todas de tema real o posible- pero lo hacía para marcar una distancia con ciertos precedentes, que no todos, por supuesto, y ahí está, por poner sólo un ejemplo, Rafael Dieste con "Dos arquivos do trasno" de 1926, que no cae en tales caricaturas, y aún es más, se anticipa a la técnica del cuento moderno. Los personajes de "Xente no rodicio" no son marginales en el sentido que hoy le damos a este término, son gentes "de abajo", que luchan con la vida sin mejorar en ella; por eso viven en un "rodicio", que da vueltas y vueltas siempre en el mismo punto. Hombre, algún "marginal" hay, como pueden ser la hermana de Susiño o el Pesco, pongo por caso, pero yo no escojo siempre esta marginalidad para denunciar situaciones y mostrarlas crudamente, que es lo que me propuse en estos cuentos.

-Cuando digo "marginal ", no lo digo en sentido negativo, sino que para narrar sus historias tiende a escoger personajes "en conflicto ", que de un modo u otro están al margen, y que sus pensamientos "chocan" de algún modo con la comunidad. Y si no lo es el protagonista, lo es algún personaje el que choca, y que es, casi siempre descrito y tratado con mucho cuidado. Veo una cierta afinidad entre gran parte de sus criaturas en esta voluntad de "estar al margen ", lo que no les impide tener una gran dignidad.

-De acuerdo (2)

Memoria de la emigración, y emigración de la memoria

- Se puede unir este tema con el tema de la emigración. El emigrante es también una voz a caballo entre dos mundos que aporta una óptica distinta, más crítica, con los dogmas y principios de una sociedad en la que no participa plenamente. En esa mirada periférica de la que hablamos, ¿cómo participa su visión y experiencia de la emigración? ¿Cómo beneficia, si beneficia, en el sentido de distanciamiento, ese bagaje al trabajo del escritor?

-Todo se entrecruza. En la emigración (cuando menos en la emigración con un sector muy concienciado en cuanto a Galicia como era la de Buenos Aires en los años que yo viví allí (y Anisia también) aprendimos a amar lo nuestro, a tener muy en cuenta los valores trascendentales de la Patria que nos dio el ser. Para nosotros eran compatibles con el sentido internacional, la solidaridad ejercida en un sentido muy amplio, y el concepto patriótico, de nación y de origen. No niego que el distanciamiento en cierta manera ayuda a todo esto.

-En este campo, hay unas elocuentes palabras suyas en su novela "Camiño bretemoso ": "Toda América está llena de gallegos. Y también Europa. Un reguero de sangre huyendo. Galicia es muy generosa. Da al mundo hombres fuertes, trabajadores. Galicia es un porral, un criadero de gente ". (CB 19)

-Pues si, somos un país golondrina, un país-maleta. Aún no está suficientemente valorado, inventariado todo lo que Galicia le debe a la emigración, que es una tara, ya se sabe, pero después de que ha ocurrido es justo tener en cuenta todo lo positivo que nos los dejó.

-La emigracion, tantas veces económica, en su caso, segun sus propias palabras, fue por motivos culturales, en el contexto de una cultura reaccionaria de la posguerra. Y usted así, emigró para poder trabajar por el día y estudiar por la noche. ¿ Tan cerradas las estaban las puertas para un chaval cualquiera de entonces?

-Yo son uno de los tantos y tantos gallegos que emigraron a América en la riada que siguió a la Segunda Guerra Mundial (me fui en 1949). Formo parte de la emigración llamada económica. Pero había un matiz que me diferenciaba de otros paisanos, de otros emigrantes, incluso vecinos, conocidos míos. Yo tenía un trabajo asalariado en las oficinas de un aserradero, contaba sólo con los estudios primarios y unos cursos de Comercio por correspondencia. Quería superarme. Intenté conseguir trabajo en alguna ciudad gallega, pues en la aldea no había donde estudiar. No
lo encontré y fue cuando decidí marchar a Buenos Aires y cumplí mi propósito de estudiar y trabajar. No es que estuviesen cerradas las puertas, es que en la aldea no había centros de enseñanza más allá de la pequeña escuela primaria y no podía vivir en una ciudad sin contar con un trabajo.

-Resulta terrible constatar cómo, a pesar de los miles de españoles que emigraron a América y Europa durante el pasado siglo, como otras naciones pobres como Italia, Turquía o Irlanda, hoy carecemos de una total conciencia de ese pasado. Parece que, una vez superados los problemas y salidos a flote, sentimos vergüenza de ese pasado, de ese tener que ir en busca de dinero y trabajo por el mundo adelante. ¿Cómo juzga esa falta de conciencia histórica? ¿A qué cree que responde?

-No sé si se siente vergüenza o qué pasa. Todo nuevo rico quiere olvidar su ayer, pero acaso no se trate de eso. Ocurre que este país es muy desmemoriado para todo. La memoria histórica, como la memoria social, muchos tratan de esconderla. Se podría decir incluso que existe un plan deliberado de olvidar. Eso pasa con la República, con el Frente Popular, con la campaña por el estatuto de autonomía del 36, con la guerra civil, con todo. Tal vez ocurra lo mismo con la emigración. Y no es para olvidarlo porque la emigración gallega continúa. Aún hoy están fuera de Galicia el 32.5% de los nacidos en este país. No es poco. Lo peor no es esto. Lo peor es que, después de que en Argentina o en Uruguay, por ejemplo, nos acogieron bien a los que allí llegábamos, aún hay quien se molesta porque argentinos y uruguayos quieren venir aquí huyendo de la miseria que ellos padecen ahora. Debiera existir una más comprensiva reciprocidad.

-En este sentido, habría quizás que replantear nuestra actitud cuando vivimos en una situación de inmigración creciente y antes de despreciar y rechazar a marroquíes o sudamericanos no vendría mal recordar que hace treinta años nosotros estábamos como ellos.

-Sería injusto no acogerlos fraternalmente, como en los acogieron a nosotros hace unas docenas de años, pero dentro de la ley y de las normas y de los convenios, nunca estimulando o permitiendo la inmigración ilegal que implica cantidad de riesgos y la proliferación de traficantes de seres humanos.

-Es palpable también la ausencia de una narrativa actual del emigrante.

-No sólo en la narrativa. La literatura gallega en general no está la altura de lo que significó y significa nuestra emigración como movimiento de masas y todo lo que de ese hecho se deriva.

-Su obra, además de contribuir a reanimar esa memoria de la emigración, también tiene como objeto desmontar su utopía y revelar su falsedad: no hay paraíso ni revulsivo mágico, hay explotación, marginalidad, esclavismo, fracaso.

-Se da todo eso y más. La emigración, además de restarle energías al país para enriquecer otras áreas, generó traumas diversos, quiebra familiar, desenraizamiento, desajustes diversos. Aunque vengo informando de los beneficios, individuales y colectivos, que recibió Galicia de la emigración, estuve y estoy en contra del hecho migratorio. Un personaje de una pieza teatral de Antón Villa Ponte decía hace setenta años: "tres años de malas cosechas y sin llegar un peso de América, convertirían la mansedumbre de los labriegos en una revolución fecunda". La válvula de cambiar de lugar en vez de exigir derechos aquí derivó en el atraso que venimos padeciendo. Un atraso crónico que comenzamos a superar algo en los últimos años.

- Y la tentación del mar, como una llamada atlántica, mítica que los hombres sienten en los huesos....

-Ese es un cuento, una fantasía. Aunque puede haber alguien que emigra por aventura, masivamente la emigración está determinada por necesidades económicas; por el afán de mejorar de vida.

La propia migración: Buenos Aires y Cuba

-Al llegar la Buenos Aires se encontró con una gran ciudad, hecho que de entrada tuvo ya que suponerle un cierto choque. Además, la capital de la Plata de aquellos años era un verdadero foco cultural donde se reunía parte de la intelectualidad republicana exiliada, hablamos de gente como Eduardo Blanco-Amor, Rafael Dieste o como Luis Seoane. ¿Cómo era ese ambiente que le recibe? ¿Le permite tomar contacto con una realidad diferente, con una historia previa no conocida?

-Emigrar de una aldea a una gran ciudad, como Buenos Aires, suponía en primer lugar hacerse a la vida urbana (ascensores, semáforos, teléfonos, convivencia en general...) además proletarizarse, hacerse a horarios, trabajo colectivo, costumbres, hábitos de vida. Personalmente, Buenos Aires me llevó a descubrir Galicia, a estudiar, a consolidar mi vocación literaria, a convertirme en un activista de la causa gallega, sobre todo gracias a los maestros, compañeros y amigos que mencionas y a muchos otros.

-Al tiempo, su vida en Argentina le permitía leer con naturalidad libros imposibles de encontrar en España por la presión de la censura. Autores como Camus o Sartre, obras de poetas y narradores mal vistos por el franquismo, eran textos completamente normales en el extranjero.

-Sí. Obras y autores que era impensable leer aquí, los leía en Buenos Aires en impecables traducciones.

-Y así, en ese gran espacio de libertad editorial y lectora, usted hace suya la causa de promover y difundir la cultura y literatura gallega desde la materialidad del oficio de editor y librero. Primero desde la librería que con Anisia abre en Buenos Aires y después desde la editorial Follas Novas, eje desde entonces de referencia. Hay una estampa conmovedora evocada por el mismo Basilio Losada que los sitúa, a usted y a Anisia, cargados con maletas llenas de libros, recorriendo Buenos Aires en la búsqueda de lectores, regalando incluso los libros y llegando a perder dinero.

-De esa aventura cultural gallega que canalizábamos Anisia y yo dentro de Follas Novas es cierta. Habría mucho para contar... Basilio Losada, Luis Seoane y otros se han referido a ella.

-Un día, ilusionados por las promesas de una nueva sociedad que la revolución cubana trajo, empaquetaron su vida y partieron rumbo a La Habana. Allí desempeñó su actividad de escritor y editor desde un marco diferente. ¿Qué le aportó la experiencia cubana? ¿Cómo valora los cambios en los que usted participó con la perspectiva histórica que hoy se posee?

-Fue una experiencia muy importante en mi vida. Viví la solidaridad, la fraternidad, la modestia de las gentes, el ascenso cultural y científico de un pueblo que venía del analfabetismo, del embrutecimiento, de la mentalidad colonizada y se levantó de todas estas lacras con su propio esfuerzo.

-¿Y respeto a h del Castro? Usted tradujo un libro suyo, La historia me absolverá al gallego.

-Traduje al gallego este testimonio, que viene a ser su autodefensa en 1953 después de la acción del cuartel Moncada. Digan lo que quieran sus detractores (que unos lo son por malicia interesada y otros por ignorancia) es una de las grandes figuras políticas del siglo XX.

-¿Qué influencias recibió o qué diálogos mantuvo con las llamadas narrativas sociales, socialistas, comprometidas? ¿ Dónde estableció esos contactos? ¿Qué papel jugó Cuba en ellos? ¿Juzga agotado su discurso artístico? ¿Hasta qué punto se puede considerar su narrativa como de testimonio?

-Recibí influencias múltiples, en Argentina, en Cuba, en Galicia. Sigo leyendo, estudiando, formándome. La autoformación no tiene fin. No me considero agotado. Aún me queda mucho por hacer. Mi narrativa, como toda narrativa, es testimonial. De un modo u otro, los que trabajamos con la palabra siempre nos comprometemos, a veces deliberadamente cuando formulamos denuncias de todo o de parte de lo que en el mundo está mal hecho y podemos ayudar a mejorar las cosas, o cuando nos evadirnos. En la evasión hay también posicionamiento.

-Usted estuvo en Cuba en unos años muy favorables el desarrollo de la literatura hispanoamericana. Los años del boom le cogerían allí, en primera fila. De hecho, usted por entonces tradujo al gallego la novela de Alejo Carpentier, `"El Camino de Santiago". ¿Cómo recibió esa liberación y ampliación de posibilidades temáticas y técnicas que supuso esa narrativa?

-La traducción de "El camino de Santiago", de Carpentier realizada en los primeros años de la década de los noventa, nada tiene que ver con el boom. Yo no creo en el boom. El propio Carpentier, según me dijo, tampoco creía. Fue una invención europea que surgió cuando coincidieron algunas novelas importantes y algunos autores que ya lo eran mucho antes de ese lostregueo así acuñado.

-Y finalmente se decide a viajar a Galicia, primero ocasionalmente y luego cada vez con más frecuencia hasta que acabó por regresar. ¿Cómo cambió, en todo los ámbitos, la Galicia que dejó y la que encontró? ¿Cómo valora ese cambio?

-Galicia cambió mucho. Estuve 24 años sin volver, y lo hice por primera vez en 1972. Hace ya treinta años. Desde entonces estoy al tanto del devenir de Galicia-. Naturalmente, entre 1949 y 1972 los cambios son enormes. Para bien. Incluyendo la reivindicación de nuestra lengua, que antes lo hacíamos en América mientras que aquí no era posible dar un paso.

Una narrativa del campo devastado

-Su narrativa, prioritariamente, enfoca los problemas del agro, las transformaciones que a lo largo del
pasado siglo sufrió. A menudo tendemos a desvincular estos hechos de las dinámicas de la emigración, pero en su caso la esclavitud y subdesarrollo de la tierra y la emigración son una misma materia narrativa.

-Si, minifundio, campesinado, atraso económico son o han sido con frecuencia el motivo para que muchos hombres y mujeres de nuestras aldeas cogiesen el camino del mar. Pero una vez en América, tenían otros problemas, problemas específicos de los trasterrados que yo he tratado en los mis libros al margen de la procedencia social de los personajes.

-Sin embargo, el hecho de hablar de estos lemas limita en buena medida los receptores de su obra y, en cierto modo, la sitúan en una coyuntura pasada, que pudiera tacharse de arqueológica. ¿Qué actualidad concede y reivindica en estos libros suyos y qué .función pueden cubrir aún hoy en día?

-Nada de arqueología. Remito a mis libros de cuentos "Historias de emigrantes" o "Tempo novo", pongo por caso, u "O home de pau". Son temas de hoy, aunque aparezcan referencias sobre el pasado. Pero además ese pasado -en este país de la desmemorización- hay que recordarlo algunas veces. Ese " ayer" está presente en nuestro tiempo más de lo que parece. Vivo en la aldea y sé de los cambios, pero también sé cuantas cosas de hace cuarenta años perduran.

-El mundo campesino donde usted se crió no era precisamente "el mejor de los mundos posibles ". Explotación infantil, represión lingüística y cultural, caciquismo, la presencia asfixiante de la Iglesia, la escasez de trabajo, el hambre, el miedo... Sólo desde estas coordenadas es posible entender su obra. Así bien podemos imaginar que las imágenes brutales de "Xente no Rodicio" o "Pan" son más que un capricho literario. Esta narrativa daba cuenta de un estadio antiguo que ya no se corresponde con la actualidad. ¿Cómo fueron esos cambios y cómo debería una narrativa actual del campo enfocarlos?

-Hoy se puede hablar, por ejemplo, de los viejos y viejas con una pensión que siguen trabajando, atendiendo nietos, mientras los hijos buscan trabajo asalariado y las pocas tierras las trabajan el fin de semana, ahora sí, con tractor, con maquinaria; algunos pagan la agraria para tener derecho a una pensión futura, y mantienen unas "empresas" agrícolas que a lo mejor se reducen a tres o cuatro vacas. Los que emigran a las Canarias, por ejemplo; los que hacen esfuerzos para que los hijos estudien, incluso en la Universidad, algo impensable antes. Etc.

-Y en conexión con esa narrativa del campo devastado a la que ene refería, es necesario enfocar la posguerra y la Guerra Civil como hitos y coordenadas de algunos de sus textos. A usted la Guerra Civil le coge con ocho años, edad de especial sensibilidad, y, como alguno sus personajes, debe entenderla y analizarla desde su mirada de niño. ¿Qué recuerdos guarda de ella y cómo influenció su posterior literatura?

-La viví en una aldea gallega donde no había combates regulares, pero supe de los "paseos", de las recaudaciones de los falangistas, de las amenazas mediante anónimos pidiendo dinero, de las noticias que llegaban mediante telegrama de la muerte de algún vecino. Esta experiencia en la vida de un niño de ocho o nueve años aparece reflejada en mi novela "Aqueles anos do Moncho".


-Y en este ambiente opresivo, las instituciones educativas (escuela, iglesia, familia) son frecuentemente focos también de represión. En ocasiones parece que los personajes viven en regímenes carcelarios donde una educación dominadora los marca para siempre. Caso extremos son los tabús sexuales del emigrante de "Camiño Bretemoso ", que por otro lado es uno de los aspectos más interesantes y originales de ese personaje.

-Claro que "una educación dominadora los marca para siempre". Cierto. Cierto también que los años, los tiempos de "Camiño bretemoso" no son los de hoy, pero en buena medida la situación persiste. Las mentes no cambian de la noche a la mañana.

-Y es que desde una cierta óptica se podría caracterizar su narrativa como determinista. La mayor parte de los personajes son seres cerrados en si mismos, en espacios de opresión donde no hay salidas. Son seres alienados, abocados al fracaso. ¿Por qué esta visión tan pesimista, esta predilección por las tonalidades duras?

-Ya me referí a esto: quise romper con una literatura que sólo trataba de unos pasmones felices. Falso todo. Los personajes de "Tiempo novo" viven en otra sociedad, con otras posibilidades y por tanto son más optimistas.

-Pero, ahí donde su narrativa es ante todo pesimista, ¿hasta qué punto esa visión alienante de los trabajadores, como una clase social sin conciencia de sí misma responde a una voluntad de descripción realista o más bien es una deformación, un enfoque exagerado para conmover e impactar más al lector, para hacer pensar?

-Es la denuncia de una situación. Reconozco que algunas veces está plasmada muy duramente para llamar la atención sobre las taras crónicas de esa sociedad.

-No podemos olvidar una marcada intención pedagógica en sus textos...

-Se puede hacer arte y al mismo tiempo mostrar situaciones difíciles. La literatura universal está llena de ejemplos. Y no sólo la narrativa. Me decía en una carta Celso Emilio Ferreiro que "si la poesía no es social, si no se compromete, la poesía no es nada". Puede que sea una afirmación demasiado rotunda, pero no está exenta de verdad. Yo comparto en general el criterio de mi amigo.

-En cualquier caso, aún en estos textos, usted aprieta a sus personajes pero no los ahoga. Deja siempre una ranura, una ventana que suavice un poco la presión de la realidad, en un espacio normalmente abierto hacia el fúturo. Este futuro es el lugar de la redención, de la libertad.

-Cierto

-En muchas ocasiones a la hora de describir la sociedad rural, lo que hace es, como hemos dicho, resaltar sus aspectos más irracionales. En cierta medida, la suya es una óptica periférica que mira hacia la aldea con una mezcla de amor-odio. Se daría una cierta contradicción entre un intento de defensa del campesinado al que de algún modo finalmente despreciaría en cuanto a su moral e ideología como colectivo.

-No hay odio a nuestro mundo rural, que ciertamente amo. Y menos aún odio a sus pobladores. Ni mucho menos. De ellos enfoco lo que está mal, con el amoroso afán de que las cosas mejoren, con el "afán pedagógico", como tú lo llamas. Si hay pesimismo en parte de mis narraciones es un pesimismo constructivo. Yo no desprecio de ninguna manera a los campesinos. No faltaba más. Sus frecuentes taras de individualismo, desconfianza, egoísmo, etc... en todo caso les vienen muy de viejo y de muy alto: de los que los desgobiernan y explotan.

-Es curioso cómo sus personajes, vengan de terribles medios campesinos, ha van tenido una infancia o vida problemática, siempre tienen una gran afición por la lectura y la escritura. Toño, Balbino, el emigrante de "Camiño bretemoso", pongo por caso, en los tiempos más difíciles, escogen con frecuencia la lectura como un modo de evasión. ¿es quizás esa lectura lo que los acaba redimiendo y les permite bregar en el medio de las calamidades? ¿Confía en ese poder redentor de la letra? ¿Cómo se entiende esa afición en un medio a priori hostil a ella y donde la cultura tiende la ser marcadamente oral?

-No es por evasión. Es para ascender, para saber, porque intuyen que más allá de la asfixia que padecen hay otras posibilidades e incluso pueden desenvolverse mejor se llegan a emigrar, a ir por el mundo. Encuentran en la palabra-signo algo elevado, y no se apasionan por evadirse sino por elevarse porque tienen alrededor muchas cosas que no comprenden. Procuran comprender. El medio no es hostil a la letra, es pobre. Pero la simple escuela de esos chavales es suficiente para despertar en ellos un afán de conocimientos.

-Supongo que ahí juega un papel su experiencia personal de iniciación a la lectura y la escritura.

-En buena medida sí.

-Habría que hablar también de las correrías infantiles y el teatro, y los rituales propios del valle del Umia.

-No del Umia sino del Ulla, que es mi valle. Puedo decir que entre mojaduras, hambres, mal vestidos, mal alimentados, pasando frío, y con los horizontes cerrados, mi infancia, y la de muchos como yo, fue muy vital, pues buscábamos sucedáneos para todo. De ahí los juegos, el Carnaval, el teatro, las romerías...

 

(1) É así como intentei solucionar o problema da cita de Hierro. Pareceume tamén interesante engadir estes dous datos. Así actualízase a entrevista.

(2) As matizacións da pregunta tres, decidín integralas na entrevista.