Que el texto se instale en el intersticio. Donde todo se tambalea y el invasor tiene que arrimarse a las paredes para que la ira del invadido no lo alcance. Ese es el espacio de Tanxerina, primer libro de poemas de Mario Regueira (Ferrol, Galicia, 1979): las mujeres disfrazadas atraviesan el puesto de vigilancia del ocupante y fornecen a la Kasbah de explosivos. Y en el ojo del huracán, una historia de afinidades. Rick, propietario del Rick’s Café –que da nombre a la sección central de Tanxerina–, a Ilsa, en Casablanca: “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”.
El libro de Mario Regueira, que en 2004 publicó el volumen de relatos Rebelión no inverno, tiene la decencia de contribuir a la recuperación de territorios abandonados. Tanxerina se sitúa en el lugar en el que una contradicción explota y eso ya no es frecuente en la poesía gallega. Aquí se desatan nudos. No hay adjetivo válido, se trata de liberación nacional. La velocidad mediática habló de “poesía poscolonial” en Tanxerina. Para el autor, en cualquier caso, “algún día, toda poesía será poscolonial en Galiza”. En la espera, dice una línea: “Non lle contarei á túa ausencia as xestas númidas ou como / ensartaron o teu pai nunha baioneta mentres Camus choromicaba” (No le contaré a tu ausencia las gestas númidas o como/ensartaron a tu padre en una bayoneta mientras Camus lloriqueaba).