Mª DEL CARMEN KRUCKENBERG
“CANTIGAS DO VENTO”
Dice García Nieto que ¡es tan fácil escribir versos en gallego... ! Mi amigo, don Vicente Risco, que no creo hable el francés como Verlaine, aunque sí el gallego, escribió versos -iba a decir que en su juventud, pero lo omito, porque Risco es un hombre de juventud perpetua- en francés, sin mayores dificultades; y, hasta yo mismo, que sé el francés peor que Risco, y además soy un infame poeta, los he escrito también, por divertimiento. Es fácil hacer versos en francés, tanto como en gallego, por 1o menos. Tal vez, un poco mas. Sin embargo, hay Baudelaire, Villón y Ronsard, que escribían en francés, lo que no les ha impedido ser unos formidables poetas.
Esa bendita -o maldita- facilidad de la lengua gallega para versificar, especialmente para versificar ciertas cadencias del ritmo y del sentimiento, ha tenido 1a virtud de suscitar la proliferación más peligrosa y atiborrante de liricundios y festivillos que cabe imaginar, que es la de las gentes empalagosas, de pura dulzarronería, o cargantes, de pura chistosidad cazurra y con poca sal. Pero, 1a existencia de esta abundante grey -que por lo demás es un fenómeno no estrictarnente gallego sino universal, aunque tal vez agravado, aquí, por las facilidades que da el idioma- y los considerables malos tratos que sufre el gallego en sus manos, no le impide al gallego ser una de las lenguas más nobles y de mayor fuerza plástica de cuantas existen. Y, si aquí, entre nosotros, hubiera algún Verlaine, como por fortuna los ha habido, ninguno de los obstaculos que he mencionado le impediría transformar el gallego en un auténtico instrumento de limpia y desnuda poesía. Tal verbigracia, el caso de Rosalía o de Pondal pongamos como ejemplos clàsicos.
La cuestión, es el alma y e1 espíritu, (Yo, con San Pablo, distingo entre alma y espíritu.) La cuestión es, tarnbién, el fondo real de experiencia vivida que haya detrás de los versos. La fuerza y la verdad, vienen siempre de esas tres cosas: alma, espíritu y experiencia. El tono lo da la personalidad.
Al leer estos versos, tan sencillos; estas cancioncillas de María del Carmen Kruckenberg, yo, que -para qué ocultarlo?- estaba un tanto «mosca», he sentido la impresión neta que sólo produce lo realmente vivido. Me gustan -no voy a decir si màs o menos que las de fulano o perengano- esas canciones, tan parecidas a las canciones populares y que, sin embargo, tienen un cuño de experiencia personal. Me gustan, entre otras razones, porque son, efectivamente, tristes y desoladas; porque tienen un toque de melancolía dolorida y estremecedora; de haberse estremecido, antes, el poeta, de sufrimiento real, de angustia o de nostalgia.
Todo se parece mucho a las formas acuñadas de antaño. Vienen a las mientes reminiscencias de las cantigas registradas en los cancioneros; y, mas aun, de las canciones del pueblo, que se cantan en las fiestas, en las tascas y en los caminos; que se cantan en la «seitura» (siega) o en 1a ribera. Tal vez sean, efectivamente, reminiscencias. Pero, hay, además, la vida, la vida dolorida, y yo me atrevería a decir también que «filosófica» (no hay verso bueno sin una imagen filosófica del mundo aunque lo sea sólo sentimentalmente hablado), del poeta que los cantó.
En otro sentido, es posible, incluso, que haya, en estas canciones, a1gunas imprecisiones de lenguaje, por falta de un dominio absoluto del mismo en María del Carmen. Pero, sea como quiera, no es éste un libro más: es un libro de auténtica (más pequeña o más grande, pero auténtica) poesía.
Personalmente, me encanta, con su tristeza cierta y con su resignada alegría y generosidad hacia el prójimo. Su ausencia total de énfasis (el énfasis, en poesía, no se puede aguantar) y algo que yo llamaría «convicción»; sí, profunda convicción de que lo que se está diciendo es así. Experiencia, en suma. Realidad.
La canción popular, verbigracia, dice así:
«Estrelina do luceiro,
esta noite hay craridade,
Vaise o día, vaise a noite,
Vaise a nosa mocidade.»
María del Carmen, no sé si deliberadamente o no, dice:
«Vaise todo. Todo vaise.
O ronsel, o sol, os cheiros... Todo vaise. Vaise todo. E ti vaste e non te vexo.»
No importa la reminiscencia. Hay aquí un toque personalmente emotivo, un timbre de convicción y de experiencia. Para mí, eso es todo.
LUIS TRABAZO
Colección «Alba», 1956.